Estallar un celular contra la pared no es romántico, ni es amor

Por Juan Carlos Rincón Escalante

Estallar un celular, mi celular, contra la pared para demostrarte lo mucho que me importa que me escuches no es romántico, ni es amor. Rezar de rodillas todas las noches de todos los meses, de por lo menos diez años, a un dios indiferente, pidiéndole que regreses, no es romántico, ni es amor. Escuchar con temor los sonidos de la madrugada hasta que alguno me diga que regresaste, que estás bien, pero que vienes a lastimarme, no es romántico, ni es amor. Aparecerme sin permiso y sin aviso en la portería de tu casa y decirle al celador que no me mienta, que sé que estás ahí, y no moverme hasta que bajes o hasta que amanezca, no es romántico, ni es amor.

Despertar cien mañanas con la ansiedad de sentirme preso de una relación venenosa e indispensable, no es romántico, ni es amor. Escribir cartas culpándote de todo lo perverso y lo mezquino, y al mismo tiempo hablar de cómo eres el paraíso y tu piel la tierra prometida, no es romántico, ni es amor. Revisar rigurosamente cada una de tus redes sociales, incluso aquellas que no sabes que sé que existen, no es romántico, ni es amor. Discutir horas y horas contra la tú que me inventé en mi cabeza, diciéndole cosas cada vez más dolorosas, para luego mirarte en la vida real y quedarme en silencio con mi resentimiento no es romántico, ni es amor. Hacer sacrificios no pedidos por ti y luego sentir que eso me hace una excelente pareja, no es romántico, ni es amor. Llamarte al borde del abismo y decirte que me voy a matar si te vas, no es romántico, ni es amor. Hacer eso otras veinte veces, en un lapso de cinco años, no es romántico, ni es amor.

Gritar, insultar, rechinar los dientes y arrodillarme a pedir disculpas no es romántico, ni es amor. Romper ropa, tirar platos, regar la basura en un ataque de histeria enamorada no es romántico, ni es amor. Decir que si te vas no te vas a poder ir, porque a donde vayas voy a estar hasta que quieras volver, no es romántico, ni es amor. Contarte que sin ti no hay vida y por ende responsabilizarte de mi vida no es romántico, ni es amor.

Llorar y argumentar que todo lo hice por amor, que no quería hacerte daño, que esto es un síntoma de cuánto te quiero y cuánto te necesito, no es romántico, ni es amor.

Apoyarte en todos tus proyectos, pero siempre decirte las fallas evidentes, el centavo que te falta para el peso y tus contradicciones constantes, no es romántico, ni es amor. Celebrar tu ropa en privado y lanzarte pullas cuando la usas en público, porque ‘cómo vas a salir así’, porque pensé que te vestías para mí y nadie más, no es romántico, ni es amor. Preguntarte si te quieres acostar con cualquier amigo con el que te hables o colega o mujer que te sonría –aunque obviamente tú jamás serías de esas porque tienes a este macho infalible al lado– no es romántico, ni es amor. Celarte al punto de que tiembles cada vez que te llama un número desconocido, te aparece una notificación, alguien te da algún detalle o te hace alguna invitación, no es romántico, ni es amor.

Narrar todo esto en primera persona para exculparte (y exculparme y exculparlos) no es romántico, ni es amor.

Todo eso es violencia, arrogancia, narcisismo, desequilibrio, pero no es romántico, ni es amor. Ojalá alguien me lo hubiera dicho antes.

@jkrincon

Escríbeme una carta a jkrincon@gmail.com.

Esta columna fue publicada originalmente en Cromos

Fotografía por Paco S en Unsplash.

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