De la igualdad, la neutralidad y otras utopías
Ensayo para Derecho Romano.
De la igualdad, la neutralidad y otras utopías
“Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas.”
“Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad.”
“El hombre nace libre, responsable y sin excusas”
Jean-Paul Sartre[1]
La primera vez que me enfrenté a la idea de que la neutralidad no es más que una ilusión, mi mente estuvo a punto de colapsar.
El argumento era contundente, y sin embargo, no podía aceptar que un valor tan fundamental en lo que había aprendido de la sociedad era un imposible, una utopía, una ilusión de la humanidad.
Pero, en realidad, es una situación muy fácil de entender con el siguiente ejemplo: si uno va caminando por la calle y ve un atraco, ¿cuál es la posición neutral? No existe tal cosa, sí llamamos a la policía o si intervenimos en la escena, estamos tomando el lado de la víctima, y si nos quedamos quietos sin hacer algo, estamos beneficiando al ladrón.
Entendiendo que la neutralidad no existe, surge otra pregunta: ¿entonces por qué la profesamos?
Antes de aventurarme a formular una posible respuesta, quiero hacer analogía con la idea de igualdad, otra ilusión más en nuestro sistema.
We hold these truths to be self evident, that all men are created equal…[2]
Poético, sí, pero muy ingenuo y poco realista.
La realidad es que somos muy diferentes, hay personas millonarias cuyos hijos nacen en cunas de oro, mientras que hay pobres que tienen que dar a luz en el pavimento de una calle oscura; hay diferencias en todos los niveles de nuestra sociedad: hay humanos más educados, con mejor salud, más hermosos, más inteligentes, más productivos, hay, en últimas, más oportunidades.
Puede que sea verdad, puede que en nuestro estado más natural y animal seamos todos iguales, pero la sociedad con su sistema de competencia y de oportunidades se ha encargado de sepultar cualquier indicio de igualdad. En el siglo XXI quién hable de igualdad no ha vivido lo suficiente, ni visto lo que hay que ver para entender cómo funciona este mundo.
Y me duele escribir eso porque…¿para qué vivir en un mundo donde la gente muere por no tener el dinero para pagarse un tratamiento médico? ¿para qué tener éxito en un mundo donde la competencia está viciada? ¿con qué fuerzas seguimos adelante cuando atrás estamos dejando que personas se mueran de hambre en las calles?
No es este, sin embargo, el tema de nuestro ensayo. Hoy nos toca jugar con la realidad, y la realidad es que la igualdad es una ilusión.
Clara muestra de la inexistencia de ese principio es la forma en que se reparan los daños: la muerte de una persona millonaria cuesta más que la muerte de un indigente. ¿Notan algún problema con lo que acabo de escribir?
¡Por supuesto! Hay algo fundamentalmente erróneo: hablo de costos. ¿Cuánto cuesta una vida humana? ¿Cómo medimos el costo de una persona, de sus pensamientos, de sus sentimientos, de lo que significa para los demás? ¿Averiguamos el precio de los componentes químicos del cuerpo? ¡Ridículo! Un humano es irremplazable, un humano no tiene precio…pero ese valor infinito de la vida se nos perdió en algún momento de la evolución, y ahora el derecho nos convirtió en una cifra.
Ahora bien, hay que aceptar que los accidentes y las muertes son inevitables, y que con la muerte de un ser humano quedan sus responsabilidades pendientes: ¿quién paga el entierro? Sí tenía personas que dependían de él ¿quién suple el salario que dejaran de recibir por la falta de su ser querido? El culpable de la muerte debe encargarse de compensar, al menos financieramente, el vacío que deja el muerto.
El verdadero problema de desigualdad surge para la persona que debe pagar la compensación: piensen un segundo, ¿qué preferirían (este ensayo se va volviendo cada vez más cruel, ¿ven lo que nos hace el tener que hablar en términos financieros de algo que no puede ser medido?), matar a un millonario o a un indigente en la calle? ¿matar a un soltero estudiante o a un padre cabeza de familia que tiene 4 hijos? (Por supuesto, partiendo de la sobre-entendida idea de que preferirían no tener que matar a alguien.)
Sin duda, preferirían matar al que les salga más barato (el estudiante soltero, el indigente) sobre el que tenga muchas responsabilidades encima (el millonario cuyo cadáver debe ser repatriado, el padre de familia de quién dependen 4 hijos).
Es claro, entonces, que en una misma situación (matar a alguien por accidente) sancionaremos más fuertemente al desdichado que mate a la persona más costosa.
Pero, por más horrendo que suene todo lo que he expuesto, es lo mejor que podemos hacer como humanos imperfectos. Debe existir algún tipo de reparación, y el sistema actual es la mejor opción que tenemos.
Lo que me regresa a la pregunta que planteé al principio, ¿para qué profesamos la neutralidad? ¿para qué profesamos la igualdad?
En mi opinión, lo hacemos porque nos gusta vivir engañados. No sólo eso, sino que es una mentira necesaria: sin los principios de neutralidad e igualdad se perdería la estabilidad, la gente se daría cuenta de que toda nuestra organización está basada en una ilusión, y lo que conocemos como sociedad se derrumbaría.
Por eso nos mentimos. Por eso sonreímos. Por eso proclamamos que el sistema es neutral, y que todos los hombres somos iguales. En el fondo, creo yo, todos sabemos que no es así, que hay muchas fallas, y que somos muy imperfectos.
Pero, ya conocemos a los humanos, nos gusta creer que todo lo que hacemos es perfecto.
Por ahora, sólo queda seguir soñando, y esperar a que la inminente anarquía se desate.
[1] SARTRE, Jean-Paul Tomado el 25 de Octubre de 2009 de http://www.citasyrefranes.com/famosas/autor/1050/1
[2] Pensamos que estás verdades son auto evidentes, que todos los hombres son creados iguales. Declaración de independencia de Estados Unidos.