Pékerman y De la Calle, reinventen ustedes la patria
Por Juan Carlos Rincón Escalante
“Colombia” es un concepto débil, sin lógica interna. Nuestra nación se construye como puede. Entre tanta diferencia irreconciliable, hay dos pilares fundamentales para la “unión”: el fútbol y la guerra.
La violencia nos tortura, pero la guerra es la que nos identifica. El conflicto nos regala un enemigo común que podemos nombrar, clasificar y utilizar para elaborar ideas de país. Las FARC, esa vehemente agonía, son el punto de partida para cualquier político. Son la amenaza más clara (aunque quizás no la más potente) y la narrativa coherente. Derrotarlas es nuestro fin (y quien no esté de acuerdo, es parte de los malos) y nos convoca a todos por igual. Así seamos víctimas pasivas, Colombia lucha perpetua e incansablemente su guerra, nuestra guerra, la de todos y todas.
La selección, por su parte, controla nuestra ambición. El estado de ánimo del país, incluso de aquellos y aquellas que no disfrutan el fútbol, depende de nuestro camino hacia el mundial. No hay mejor y más recurrente excusa para encontrarnos que ver un partido de la tricolor y sufrir nuestra sequía mundialista.
En esos dos sentidos, la identidad colombiana es clara: somos un país en guerra acostumbrado a perder. Esa visión permea el resto y nos invade en la rutina diaria. Es una visión colectiva que hemos interiorizado.
Por eso, José Pékerman y Humberto De la Calle tienen el país en sus manos. Si el técnico de la selección logra clasificarnos al mundial, el país recordará que la victoria es una opción (algo así pasó con las medallas olímpicas, pero nada más contundente que un triunfo en fútbol). Si el negociador del Gobierno logra un acuerdo de paz con las FARC, el país perderá su enemigo más claro y se enfrentará a una nueva realidad. Ambos cambios, que no dependen sólo de ellos dos, pero los responsabilizo porque soy colombiano y amo individualizar, implicarán un estado de ánimo diferente. Si pasa, nos tocará reinventarnos; buscar una nueva identidad colombiana.
Si no pasa, pues nada, seguiremos siendo el país que sobrevive y convive con la derrota. Pero ojalá nos toque volvernos a inventar.
Impecable