Los disfraces del presidente
Juan Manuel Santos es un camaleón. Muy fiel a su deseo de no ser imbécil (en sus iluminadas palabras), es un hombre que ha cambiado de imagen radicalmente durante este año.
Al iniciar la campaña, y cuando sentía que su triunfo era cuestión de tiempo, intentó distanciarse ligeramente de Uribe creando una campaña centrada en Santos, el candidato de color naranja. Grave error, a los colombianos parecía gustarles más el color verde, y Juan Manuel, el político de colores difusos, se asustó.
Colombia quería a Uribe, y Santos comprendió que era tiempo de cambiar. Erradicaron el naranja de la campaña y pegaron una gran U en todos los afiches. Ahora Santos era un candidato digno de la coalición uribista: pícaro en sus metodos, hóstil en sus confrontaciones a los demás candidatos, y un poco ambigüo en sus propuestas. Luego fue cuestión de sentarse a ver como Mockus caía en el juego de ser político y destruía su propia campaña.
Ese Juan Manuel me daba miedo, porque era la viva demostración de que el fin justificaba los medios. A partir del 7 de agosto él iba a ser el nuevo dueño, así la gente no lo haya elegido a él sino a Uribe.
Inesperadamente, al menos para quien escribe, se presentaría otro cambio de imagen más. Después de la primera vuelta, cuando ni Mockus se creía el cuentico de que si lo soñamos, lo logramos, Santos cambió. Se presentó como un hombre conciliador, abierto al diálogo, modesto en sus ideas y sus metodos. ¡Logró que Antanas pareciese un arrogante y resentido agresor!
Después fue nombrado presidente, y el disfráz de Uribe terminó en la basura –por ahora- . En menos de un mes de gobierno demostró que no compartía los metodos de su antecesor. Nombró ministros competentes (con la excepción de Rivera, el reconocimiento necesario a Uribe); va encaminado a mejorar las relaciones con Venezuela y Ecuador; se sentó con las Cortes en una genuina señal de respeto y respaldo a sus labores; dejó de criminalizar a los opositores y, en el cambio más sorpresivo, se sentó a conversar con ellos. ¡Hasta moderó ligeramente su mano dura para abrir el espacio de un diálogo con las FARC (que ellas lo hayan cerrado con su violencia es cuento aparte)!
Con este nuevo disfráz, el de presidente competente, Juan Manuel cambió el tono del país y abrió una puerta para dejar a un lado la Colombia polarizada. ¿Será esta la presidencia donde se debatan, por fin, las ideas y no las personas? Eso depende de nuestro presidente, y del comportamiento de los congresistas miembros de su coalición –sobre quienes aún hay dudas-.
Juan Manuel se ha ganado el beneficio de la duda. Sin embargo, y la historia es testigo, con él nunca se sabe. Amanecerá y veremos.
Este artículo fue publicado en la Edición 14 (Septiembre/Octubre) del periódico Sin Corbata (de los estudiantes de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes)
Hoy estuve hablando de eso 🙂
Como todos tus escritos, sencillamente me encanta. Que talento tienes 🙂
Hoy Lucho Garzón dijo algo que resume este artículo:
“Si Antanas es nepotista, yo soy astronauta” EL ESPECTADOR