Una luz en el sendero oscuro
Llueve intensamente. Me gusta sentir como las gotas de agua acampan en cada rincón de mi cuerpo. Debería hacer frío, al principio sentí frío…supongo que mi piel ya está insensible. El cielo está completamente nublado. La tormenta se escucha a lo lejos, debe ser Dios castigando a la tierra por dejarse mangonear tanto del hombre. Me gusta ese sonido. Al parecer todo me gusta en los momentos de caos.
Estoy en un lugar conocido. Es un famoso club de mi ciudad natal. Aunque, honestamente, no recuerdo como llegué aquí, ya es tarde y sólo estoy yo con la tormenta, o la tormenta conmigo, como suene mejor. Reconozco estas escaleras, las he recorrido (y corrido, y caminado, y saltado) desde que era pequeño, llevaba tiempo sin pasar por aquí. A lo lejos se escucha otro rayo golpear a la tierra, Dios debe estar muy furioso esta noche, pero no lo culpo, todos tenemos que desahogarnos, ¿no?
¿Hacia donde voy? No lo sé, ¿debo saberlo? No creo, hoy no entiendo nada, no siento nada. Hoy mis sentidos me abandonan. Los relámpagos son sólo luz, se han divorciado de los truenos. Mi piel ya no siente a la lluvia. Tengo la nariz tapada, o eso creo, así que tampoco percibo olor alguno.
Mis labios se mueven, estoy gritando en silencio. Todas las fuerzas de mi cuerpo están dedicadas en gritar y no logro perturbar al silencio. Si estoy sordo, ¿cómo sé que no estoy gritando? Simplemente lo sé, lo siento. Ningún sonido nace de mi boca, yo, el hablador, el poeta, el mentiroso, el abogado, me he quedado sin palabras.
Estoy atrapado en la insensibilidad del silencio. Estoy agonizando. Veo claramente a una mujer vestida de negro. ¿Será la muerte? No, no puede ser tan hermosa, tan celestial. No es la muerte. Intento enfocar mi visión entre tanto caos. Solloza. Sufre. No veo muy bien, pero sé que lleva una pena muy amarga en el corazón, algo indescriptible. Gracias a Dios me quedé sin palabras porque me sentiría muy frustrado al no poder comprender ese dolor.
Es mi madre. La que llora emulando a la tormenta, la que sufre sin esperanza alguna, es mi madre. Sentada frente a la piscina en la que aprendí a nadar está observando una fotografía. Mi fotografía. Uno de los pocos recuerdos que quedan de cuando podía sentir (y disfrutar) como las gotas acampaban en cada rincón de mi piel; cuando podía perderme horas embriagado en el aroma de una hermosa mujer; cuando podía gritar sin tregua en protesta de las injusticias de este mundo; cuando podía escuchar palabras inspiradoras; cuando podía ver a mi madre llorando, extrañándome; cuando estaba vivo.
[Jkrincon Out]
Estoy atrapado[a] en la insensibilidad del silencio.
«(…) cuando estaba vivo» y la levedad hacia insoportable mi presencia … cuando la luz no estaba en el sendero y la oscuridad solo existía en mis poemas.