Roa y el fuego que no se apaga
Por Juan Carlos Rincón Escalante
Colombia está en los ojos de Juan Roa. Interpretado por Mauricio Puentes, su angustia es la de un hombre introducido a las malas en un conflicto que no es suyo, en una violencia que no entiende, en una pobreza que lo reduce y humilla. Su angustia es la de un soñador que se rehusa a ser uno más de los sin nombre. Su angustia es Colombia, y Andrés Baiz, director de Satanás, La Cara Oculta, y ahora Roa, quiere que el país se vea en un reflejo perturbador.
La historia que cuenta Roa es la del hombre que no mató a Gaitán, pero que casi lo hace. Aquel infame 9 de abril de 1948, cuando la caída del caudillo liberal desató el bogotazo y, según muchos, el conflicto armado colombiano, Juan Roa Sierra fue culpado de la muerte, asesinado por la turba y arrastrado por las calles de la capital. La película de Baiz nos cuenta la historia que llevó a ese día. Vemos a Roa en familia, con amigos, desempleado, desesperado, desencantado y obsesionado con Gaitán. Vemos a un hombre bueno atrapado en circunstancias superiores a su entendimiento. Comprendemos por qué fue tan fácil creer que él había matado la esperanza colombiana.
Lo primero que captura de Roa es el cuidado visual. La Bogotá de 1948 revive de manera vislumbrante. Los atuendos, los edificios, los carros, la gente, todo se presenta con una dedicación digna de admirar. La luz y los encuadres están bien pensados. La cinta es un producto de excelente calidad estética, donde la inversión económica y el cariño de los creadores se puede ver en cada toma.
No obstante, la historia tiene serios problemas de ritmo. Se detiene sin necesidad en ciertas situaciones y desperdicia la oportunidad de explorar personajes interesantes. Mauricio Puentes, el protagonista, es una mezcla: la expresión en sus ojos es una genialidad de la interpretación, pero el personaje parece írsele por momentos cuando tiene que hablar. Los diálogos, en general, son la debilidad de la película. Y es una lástima, porque se nota el amor y el esfuerzo que cada uno de los actores le dedicó a su personaje. Catalina Sandino, quien hace el papel de María, la esposa de Roa, se siente limitada por un rol que le exige muy poco. Es un talento desperdiciado que tiene que conformarse con verse encantadora en pantalla. Santiago Rodríguez, pese a su esfuerzo y al del maquillaje, no consigue construir un Gaitán imponente. El caudillo parece más una sátira que la personificación de la esperanza del pueblo colombiano. Los personajes secundarios, por su parte, se roban el espectáculo y traen a la película una fuerza que faltó en los protagonistas. Cabe resaltar el trabajo de Jhon Alex Toro (Paredes) y Carlos Manuel Vesga (Vicente).
Hay un punto en Roa, sin embargo, donde todo empieza a encajar. La música, antes un poco desubicada, se vuelve indispensable mientras nos acercamos al inevitable final. El último encuentro de Roa y Gaitán es en silencio, con las miradas. El espanto de Juan Roa es el dolor de Colombia, un país condenado a ver el mismo desenlace una y otra vez. El reflejo que nos da Baiz, tan lejano en el tiempo, se siente cercano, vigente. “Gaitán ha muerto”, anuncia el grito de un pueblo que no entiende, que parece condenado al caos, a la desesperanza. Vemos la destrucción iniciar, vemos el fin de Roa, un pobre pendejo más, una víctima más de la violencia desesperada. Vemos el fuego que aún hoy no se ha podido apagar.
Por esa última escena, por ese retrato perturbador y sin retoques, vale la pena ver Roa. Un esfuerzo admirable que tropieza bastante, pero que logra su propósito: recordarnos que en este país tan confuso, cualquier perdedor puede escribir la historia.
Nacionalidad: Colombia
Fecha de estreno: 12 de abril
Director: Andrés Baiz
Guión: Andrés Baiz y Patricia Castañeda
Reparto: Mauricio Puentes, Catalina Sandino, Santiago Rodríguez.
Muchas gracias joven por su muy precisa y clara reseña. Llegué aquí por una amiga suya, Juliana Vargas, exalumna mía. Creo que ahora sí estoy seguro de ir a verla. Lamentablemente, el cine en nuestro país deja mucho que desear con frecuencia, y si da miedo ir a gastarse la plata de una boleta en un fiasco. ¿No será acaso que es por solidaridad de productor de cine? 🙂 Sea como sea, quedan ganas de verla. La veré, pero le advierto que si no me convence, por aquí voy a venir a quejarme.
JP
Estimado Juan Pablo,
Le agradezco de corazón que se tome el tiempo de comentarlo. Espero que le guste y me cuente qué opina. Podemos discutirlo.
PD: Si se busca bien, hay cines baratos donde no duele tanto una mala película. Saludos.