¿Cuánto vale la voluntad popular?

Mi artículo de esta semana en Censura20.com

Por Jkrincon

Hablemos de fútbol.

Supongamos que Colombia está jugando la final del mundial (¡ja!) y el partido está empatado. De repente, en el último minuto, un jugador del equipo contrario agarra el balón con las manos, sale corriendo y se mete al arco colombiano (con todo y balón); el arbitro declara que fue un gol legítimo y da por terminado el partido. Colombia pierde el partido mientras todos vemos con las bocas abiertas como el equipo contrario celebra su «victoria».

¿Qué no cuadra en lo que les acabo de decir? (aparte, por supuesto, de la idea de que Colombia esté en la final de un mundial)

¡Ese gol no vale! ¡Hay reglas! ¿Cómo van a permitir un gol con la mano? ¿cómo van a permitir que un jugador recoja la pelota y la lleve en brazos hasta la otra portería? ¡¿están locos?!

Sin duda ese gol no valdría porque hay una regla clara que dice que el balón no se puede tocar con las manos a menos que sea en determinadas circunstancias (un saque de banda, o que lo haga el arquero dentro de su área). Y, ¿para qué sirve esa regla? ¿para qué tenemos reglas básicas antes de empezar el juego?

Esa regla existe para garantizar un punto de partida igual entre los dos equipos, para equilibrar, en cierta manera, las cargas. Hay límites en lo que cada uno puede hacer, y así garantizamos que ambos están en igualdad de condiciones y que sólo ganará el más habilidoso (o, como suele pasar en el fútbol, el que más suerte tenga).

Igual que el fútbol, la vida en sociedad y la democracia poseen una estructura de reglas básicas que permiten equilibrar las cargas entre las clases sociales.

Estas reglas son más importantes a la hora de hablar de política, y del dinero que se puede invertir en las campañas. Son las instituciones políticas las que se encargan de tomar decisiones importantes que afectan la vida de todas las personas en un estado.

Por eso, porque todos hacemos parte del mismo estado y todos nos vemos afectados por aquellas decisiones, es importante que las campañas políticas y, en especial, las que tienen que ver con reformas a nuestra constitución (el librito que contiene nuestras reglas básicas de juego), tengan estipuladas reglas claras. Especialmente con respecto a la cantidad de dinero que se puede invertir.

Quiero, en este momento, mencionar otro ejemplo. Supongamos que las decisiones sobre nuestros derechos dependieran del dinero. Estamos en una subasta donde están vendiendo nuestra libertad. Nosotros podemos pagar una cantidad de dinero por ella, pero de repente llega un millonario y ofrece 100 veces más por nuestra libertad, y por supuesto, gana la subasta. Acabamos de perder nuestro derecho porque alguién tiene más dinero que nosotros. ¿Es justo?

El dinero, en decisiones ideológicas, no puede ser el factor determinante. La ley colombiana entiende eso, y por eso, creó una regla básica que estipula que las iniciativas populares (como el referendo) tienen una cantidad de dinero determinada que pueden invertir, no más de ahí. De esta manera, las fuerzas económicas están equilibradas, y una propuesta no ganará por haber tenido más plata que otra.

Cabe, por supuesto, la pregunta de si más plata implica más votos, o más firmas. Puede que no, pero sería tonto afirmar que entre más plata se tenga más es la posibilidad de hacer campaña, eventos, de conquistar a las personas. Más plata es de repente agarrar el balón con las manos y salir corriendo, dejándo al otro equipo limitado a tocar el balón con el pie

El referendo reeleccionista excedió monumentalmente el tope establecido en recaudación total y en aportes individuales. Como dice Mockus: «¿sin trampas en materia de financiación se hubiera podido recoger el número de firmas suficiente? Nunca se sabrá.» ¿Sin trampas en el partido de fútbol que les planteé, hubiese perdido Colombia? Nunca se sabrá.

Y eso es lo que duele, que un proyecto tan importante para Colombia se haya hecho con trampas, rompiendo la ley.

Es imposible saber si el referendo reeleccionista es gracias a la voluntad del pueblo o a la voluntad de los millonarios.

Creo que esa violación a las normas establecidas es causal suficiente para la muerte del proyecto. Porque, yo les pregunto, ¿si no hubiese sido el otro equipo, sino un jugador de Colombia el que hubiese hecho un gol descaradamente tramposo, celebraríamos en paz la victoria en el mundial?

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