«Los caudillos no pueden ser dioses»

Poco a poco sus palabras, que levantaban a las multitudes —confianza, terrorismo, seguridad democrática— se vuelven cascarones. Los incendios que prendieron su carisma se van apagando y la gente que se dejaba embargar por el odio o el amor ciego que fomentaban queda sin piso para sus improperios.

Entonces, poco a poco, llegan el vacío y la incertidumbre, que se tienen que sobrellevar, porque esa ha sido, ni más ni menos, la historia de la humanidad, que no aprende la lección: los caudillos no pueden ser dioses.

María Teresa Herrán en su columna Escarbando [El Espectador]

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