¿Monte adentro hay salamandras?

Por Jkrincon

(cc)eqqman

La guerra interna colombiana es brutal. Ha sido brutal desde sus modestos inicios hace ya muchos años (¿será que la guerra superará la expectativa de vida de un colombiano promedio?) y actualmente se ha recrudecido gracias a la mano firme del presidente Uribe (o de los colombianos, o de las mayorías, o como prefieran ustedes generalizar, yo ya me cansé de las distinciones que nos polarizan).

Es redundante decir que estamos hastiados, que queremos la paz. Hemos marchado, hemos armado campañas, elegimos a un presidente (sí, yo era uribista, lo confieso) cuya promesa más fuerte era liberarnos -a las malas- de ese tumor que no nos ha dejado ser país.

Ahora, lo que me parece muy curioso es que, a medida que pasan los años, nuestras ansías de sangre crecen: estamos convencidos de que este conflicto se acabará militarmente (idea reforzada por el humillante fracaso del proceso de paz de Pastrana). Pero, como decía Nietzche ,“Las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras”.

No voy a dar más vueltas, lo que quiero decir se resume en un viejo y popular adagio: el que a hierro mata, a hierro muere.

Esa es la falla fundamental de nuestra estrategia. Cada año que pasa se suma a la frustración que cargamos en la espalda, cada desplazado, cada masacre, cada secuestro, cada mentira nos invita a pedir más fuerza, más violencia. ¡A esos hijueputas hay que darles bien duro, por cabrones y asesinos!

Pero…¿quienes son esos hijueputas? Y, más importante, ¿qué tan putas son las madres de esos?

Exigimos que las operaciones militares aumenten su intensidad, que nuestros militares acaben con todos los guerrilleros, que se metan al monte y los aniquilen…ese es el grado de deshumanización al que la guerra nos ha traído. Se nos ha olvidado preguntar algo fundamental: ¿qué hay en el monte? No tenemos ni idea, pero asumimos que es algo malo y tenebroso, asumimos que hay que desearle el peor destino.

¿Monte adentro hay salamandras? Eso pareciera, pues nadie recuerda que los guerrilleros, la verdadera columna vertebral de los revolucionarios oxidados, son colombianos que, muy probablemente, están en la guerrilla porque necesitan tener comida, tener un futuro…un futuro…¿a qué sabe tu futuro Colombia? O, mejor, ¿cuanto vale tu futuro?

El modelo actual apunta a una privatización de la educación, y nuestro sistema de salud -que cada vez es menos público- está en crisis. Estamos poniendole precio al futuro de millones de colombianos.

Si educarse tiene un precio, si tener salud tiene un precio, es probable que muchos colombianos no podrán acceder a estos servicios. Ya, de por sí, es muy difícil conseguir el dinero para comer una vez al día; ahora pretendemos que los más desafortunados trabajen desesperadamente en un ambiente hostil para pagarse una educación que quizás les garantice un buen futuro, pero quizás no.

Es labor del gobierno brindar educación gratuita y de alta calidad a todos los colombianos. Un pueblo educado es un pueblo que tiene más oportunidades de trabajar, de ser honesto, de ser legal, de ser un colombiano de bien (de esos que tanto le gustan al presidente).

Lo mismo sucede con la salud. El gobierno debe ocuparse de que todos los colombianos tengan acceso a un sistema eficiente, un sistema que se preocupe por las necesidades de los colombianos y nos las vea como un gasto innecesario que se debe reducir a toda costa.

Mientras Colombia no reaccione y se dé cuenta de los dos principios básicos anteriores, la guerra no tendrá fin.

Sin importar cuantos golpes militares exitosos se obtengan, sin importar cuantos paracos o guerrilleros se desmovilicen, la guerra continuará.

En el monte no hay salamandras, hay seres humanos, hay colombianos, hay personas con necesidades y con sueños. No estoy hablando de los cabecillas que están pichos en plata; hablo del guerrillero promedio, hablo de ese que se da a plomo con un militar -ambos de mismo rango- sin entender muy bien la razón de tanta sangra. Para estas personas la guerrilla es su único medio de trabajo, su único futuro, su única oportunidad de tener acceso a un médico.

Por eso los paracos desmovilizados abrieron empresas de seguridad privada o fundaron nuevos grupos (águilas negras, por ejemplo). No es porque sean malos, no es porque disfruten asesinar y causar caos…es porque Colombia no les da la oportunidad de pensar en un futuro diferente.

Nuestra guerra nació por desigualdades ideológicas y de participación en la política, pero se ha mantenido porque si uno es pobre en Colombia tienes tres opciones: o entrar al ejército, o morirse de hambre, o volverse delincuente. Ser honesto no es una opción, es muy costoso.

Colombianos, propongo que nos sentemos a pensar: ¿se imaginan una Colombia con educación y salud gratis? ¿se imaginan una Colombia donde se incentiva al honesto y al trabajador? ¿se imaginan que llegue un día en el cual los cabecillas de las FARC se queden sin guerrilleros?

Es hora de entender que la violencia engendra violencia, y que la paz sólo nacerá cuando le apostemos a las oportunidades.

(cc)lintmachine

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